Hay un hilo invisible que une a Pere Milla con George Weah. Ambos pertenecen a la restringida categoría de los jugadores que experimentaron una de las metamorfosis más extrañas que pueden verse en el fútbol, donde las evoluciones individuales en la técnica y en la coordinación se producen de forma limitada, especialmente después de los 20 años de edad.
Weah, un tanque de área sin demasiada coordinación en el Mónaco, se transformó en un todoterreno driblador de primera categoría mundial en el PSG, del mismo modo que Milla, el futbolista tímido, distraído y sin reflejos que en 2018 parecía completamente incompetente para Primera en el Eibar, se convirtió en un atacante implacable a partir de enero de 2020, con 28 años cumplidos, motor del Elche que se impuso en los playoffs del ascenso gracias al gol decisivo que él le metió al Girona.