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Los mitos sobre los Niños Héroes que murieron en la guerra contra EE.UU. por la que México perdió la mitad de su territorio

Como cada 13 de septiembre, México conmemora la conocida como “gesta heroica de los Niños Héroes de Chapultepec”, ocurrida en 1847.

Este episodio de la historia que se enseña en las escuelas como uno de los mayores ejemplos de patriotismo del país narra la defensa que un grupo de cadetes del Colegio Militar hizo del castillo de Chapultepec frente a las tropas de Estados Unidos, que había declarado la guerra a México un año antes.

Pese a su juventud y su clara inferioridad numérica frente a las tropas invasoras, la historia relata que los seis Niños Héroes -Juan Escutia, Vicente Suárez, Fernando Montes de Oca, Francisco Márquez, Agustín Melgar y el teniente Juan de la Barrera- se unieron a los soldados mexicanos y perdieron la vida en la batalla.

Aunque, sin duda, el evento más destacado y difundido en México es el que narra cómo Escutia, viendo que la lucha estaba ya perdida, se lanzó al vacío envuelto en la bandera mexicana que ondeaba en la fortaleza para impedir que los estadounidenses se apoderaran de ella como símbolo de su victoria.

La intervención estadounidense terminó en 1848 con la firma del Tratado de Guadalupe-Hidalgo, por el que México perdió más de la mitad de su territorio,que pasó a pertenecer a su vecino del norte.

El resultado del conflicto fue traumático para los mexicanos y, probablemente por ello, la hazaña de los Niños Héroes sigue recordándose 175 años después como muestra de gran orgullo y sacrificio por el país.

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Sin embargo, historiadores cuestionan varios de los puntos de esta popular historia y los engloban como mitos fomentados por autoridades deseosas de exaltar el nacionalismo mexicano en un momento en que la identidad nacional del país aún se estaba formando.

Entre el mito y la realidad

Expertos consultados por BBC Mundo coinciden en que los Niños Héroes sí existieron y sí perdieron la vida en la toma del castillo de Chapultepec, que era sede del Colegio Militar. Pero apuntan a varias partes del relato difíciles de comprobar o acrecentadas para promover esa leyenda heroica.

“Un primer punto es la edad de los seis, que oscilaba entre los 13 y 20 años. No sé si hoy podría entrar en la categoría de lo que consideramos ‘niños'”, dice el historiador mexicano Ricardo Rivas.

También hay quienes tienen la idea de que solo ellos seis defendieron el castillo. Sin embargo, en Chapultepec había unos 200 hombres entre soldados y cadetes, a los que se sumaron los más de 600 miembros del batallón de San Blas, que acudió para tratar de frenar el avance estadounidense por las laderas del cerro. La mayoría murió, según Rivas.

También hubo voces conservadoras que trataron de expandir mitos con los que restar importancia a esta historia, como el que apunta a que los Niños Héroes estaban castigados o presos en el momento del ataque y que, por lo tanto, lucharon porque no tuvieron opción de marcharse. O que incluso estaban en estado de ebriedad.

“Ellos decidieron quedarse a defender el castillo aunque, como cadetes, no estaban obligados a hacerlo. Incluso la orden de sus superiores fue que se retiraran cuando ya era inminente la llegada del ejército norteamericano, que era de entre 5.000 y 7.000 hombres y hacía presagiar que la batalla estaba perdida. Creo que ese es su verdadero acto heroico”, opina Rivas.

Escutia y la bandera

Sobre el famoso episodio de Escutia lanzándose al vacío envuelto en la bandera mexicana, Rivas aclara que “es el mayor mito que, históricamente, no se puede corroborar ni hay evidencia de ello”.

“Al parecer, Escutia falleció en la batalla. Y este episodio de que se arrojó con la bandera y cayó muerto en las laderas del cerro parece ilógico si observamos donde está colocada el asta del castillo”, cuestiona.

Además, otro hecho que pone en duda esta versión es que la bandera mexicana sí fue finalmente tomada por el ejército de EE.UU., que no la devolvió hasta más de un siglo después.

Cecilia Vargas Ramírez, historiadora del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM), destaca que la práctica de esconder la bandera o envolverse en ella para alejarla del enemigo fue, de hecho, algo común en esta guerra contra EE.UU.

“Los testimonios y documentos que tenemos no señalan que Escutia lo hiciera, pero sí otros héroes como Santiago Xicoténcatl o Margarito Zuazo. El primero era teniente coronel del batallón de San Blas y fue de los últimos que quedó defendiendo el castillo frente a compañeros que desertaron para salvar sus vidas”, explica la experta.

Sin embargo, pese a ser considerado como uno de los grandes héroes de la batalla, Xicoténcatl no cuenta ni de lejos con el reconocimiento popular del grupo de seis niños.

Otro de los héroes olvidados es Miguel Miramón, a quien algunos califican como “el séptimo Niño Héroe” por haber sido uno de los jóvenes cadetes que participó en la batalla y logró sobrevivir.

Sin embargo, en la historia popular es recordado por haberse unido años después al ejército conservador y ser fusilado en 1867 junto al emperador Maximiliano de Habsburgo, de quien fue gran aliado, por orden del liberal Benito Juárez por “traición a la patria”.

Los restos óseos

La hazaña de los Niños Héroes se conmemora oficialmente desde 1881, en pleno gobierno militar del porfiriato. Pero su leyenda cobró especial fuerza a partir del centenario de la guerra en 1947 a raíz de un suceso que, también, es cuestionado por expertos.

Aquel año, el presidente estadounidense Harry Truman visitó México para depositar una ofrenda a los caídos y pronunciar una frase que no fue bien recibida por muchos mexicanos: “Un siglo de rencores se borra con un minuto de silencio”.

El malestar popular, sin embargo, se apaciguó poco después cuando surgió la noticia de que seis osamentas habían sido encontradas en la ladera del cerro de Chapultepec y que rápidamente fueron atribuidas a los Niños Héroes.

“Eso se dio por hecho y, bajo mi punto de vista, fue una farsa deMiguel Alemán (presidente mexicano en aquella época) para dar mayor relevancia a los hechos. No hubo ni peritaje ni participó ningún antropólogo en su identificación…. nada”, critica Rivas.

Tras este hallazgo, se ordenó la construcción del imponente Altar a la Patria formado por seis columnas de mármol y que, desde 1952, alberga dichos restos humanos.

¿Por qué este mito?

Para tratar de entender el por qué se incluyeron algunos mitos en esta historia, Vargas Ramírez subraya la importancia de tomar en cuenta el contexto en el que ocurrió.

“Los Niños Héroes reflejan lo contrario de la deserción, representan a quienes se quedan y comprometen con la causa en esta guerra tan fuerte y terrible que fue la de México y EE.UU.”, dice la historiadora.

“Sin embargo, fue muy difícil lograr que la población se comprometiera con la defensa del territorio. Entonces, ellos representan justamente esa aspiración frente a los dolores y traumas de la sociedad mexicana: lo que nos hubiera gustado que pasara”.

Fue en aquel escenario de derrota bélica para México cuando surge esta historia que, en opinión de la experta, “es una conmemoración que se impone desde arriba, una tradición inventada con fines políticos como una historia perfecta como modelo de civismo”.

Rivas coincide en enmarcar este relato en un intento de México por “construir una identidad nacional” que tomó especial impulso a partir de la Revolución mexicana.

“Y en este objetivo encajaba a la perfección el hecho de los Niños Héroes. A partir de ahí, se volvieron uno de los mitos fundacionales del nacionalismo mexicano que se sigue enseñando en las escuelas”, recuerda.

Preguntados sobre si este episodio debería ser visto por los estudiantes mexicanos de una manera más apegada a la realidad corroborada históricamente, ambos expertos apuestan por contarlo desde una perspectiva más crítica.

“Más que borrar de nuestros libros la referencia a este mito, creo que hay que explicar por qué hemos construido esta mitología y qué función cumple para la historia de México y para nuestra conciencia nacional”, reflexiona Vargas Ramírez.

“Hay que contarlo desde una perspectiva que reconozca que es parte de una narrativa que ha generado el Estado para dar un consuelo ante un evento tan traumático como fue la guerra contra EE.UU”, añade.

“El hecho en sí es realmente novelesco y heroico en sí mismo, no necesitaría tener todas esas modificaciones añadidas. Debería enseñarse de una manera crítica y dejando de lado ese romanticismo por el nacionalismo que está claro que tiene una finalidad”, coincide Rivas.